lunes, 7 de marzo de 2016

BIOGRAFÍA ÁNGEL BARJA

                                            PRIMEROS AÑOS EN TERROSO


A la menor oportunidad, cualquier dia del año, bullicioso o gris, reunia a niños y niñas de su edad, los equipaba de un palo, una tabla, una teja... cualquier cosa, y quedaba formada su propia banda; cerrando los dedos sobre la palma de la mano, simulaba la boquilla de trompeta, daba un soplido, y con la batuta en la otra, hacía el gesto de entrada:

- ¡Tarará, tachín, tachín, tachá!

Desfilaba delante, dirigiendo, en circulos por la era, o en fila por la calle.

En casa había dos o tres libros, colecciones de cantos religiosos o populares. Había aprendido a leer con sentido y limpieza, incluso los "Manuscritos" de la escuela. Ante los signos musicales se quedaba perplejo. No se podia explicar cómo el clarinete levantaba melodías preciosas de una página llena de "garabatos"...

- ¿Cómo se toca esta raya?

- ¿Qué significa este punto?

Había aprendido a construir con la navaja, flautas pastoriles con cañas y cortezas verdes de castaño, sauce, aliso. Con ellas " pitaba " malabarismos. Emborronaba todos los espacios blancos de cualquier papel, imitando las formas de las figuras musicales; todo en él era inquietud, ansias, búsqueda. Hasta que un día...

Tarde llegó ese día; pero llegó...

A principios de julio de 1947, después de seis años de estudio en El Espino, llega con una semana de vacaciones, las primeras, tío Demetrio. Había concluido los estudios equivalentes al Bachillerato de entonces.

Músico de cualidades sobresalientes, abre de par en par, ante sus sobrinos, las puertas de un mundo jamás soñado. En mis recuerdos queda la visión de una libreta apaisada ...

Desde esos días " tío Deme fue uno de mis primeros profesores de música".

Los tres años siguientes transcurren en la aldea, envueltos en la felicidad bucólica de ir a la escuela, llevar las vacas al prado en compañía de algunos de sus hermanos, ayudar a los padres a la hora de la siembra y la recolección de los frutos del campo...

La asistencia a la escuela del pueblo, desde siempre precaria del saber, en calidad y cantidad, constituía la preocupación de nuestros padres, quienes deseaban lo mejor para sus hijos. Allí no podían florecer las inteligencias. El nivel cultural era ínfimo, en perjuicio de tantos niños capaces de alcanzar cotas altísimas. Pronto Ángel va a experimentar, casi trágicamente en propia carne, las consecuencias de esa realidad.


José Barja, biógrafo de Ángel Barja, su hermano.

Extraído de la Carpeta Azul, ÁNGEL BARJA, VIDA Y OBRA, patrocinado por la Diputación de León y otras instituciones.

1 comentario:

  1. Además de leer para saber, deberías darte cuenta de que no coloqué todos los acentos. Al principio pensé no poner ni uno.

    ResponderEliminar